El temor es natural en el ser humano, todos tenemos miedo cuando nos enfrentamos a algo nuevo, con el cual no estamos familiarizados, pero debemos controlarlo. Lo positivo del temor es que nos permite
estar en alerta contra aquello que nos intimida, nos previene de situaciones que
queremos evitar preparándonos para enfrentarlas; sin embargo, cuando el temor
es un obstáculo que nos impide realizar buenos propósitos, hay que combatirlo.
Muchos lo han
conseguido y se expresan con normalidad, nosotros también podemos hacerlo, no somos diferentes. El temor nunca se va a perder, no seríamos seres humanos si no tenemos temor, el temor es un sentimiento como cualquier otro, está ahí, lo que tenemos que hacer es CONTROLARLO para evitar que nos paralice e
impida expresarnos; será el desafío que tenemos que vencer, sin el
cual no hay logro.
1. Causas:
- Timidez
El problema de la
timidez hay que buscarlo en el pasado, cuanto apoyo o confianza recibimos de
nuestros padres o personas que nos tuvieron a su cargo. Si fueron tolerantes,
abiertos o comprensivos, probablemente seamos más confiados y seguros de
nosotros mismos; pero si fueron demasiado protectores, posesivos y nos limitaron
en el juego –esencial de la niñez-, probablemente hoy nos sintamos atados,
inhibidos, con deseos truncados porque queremos realizar grandes cosas y no
podemos.
Pues para eso estamos aquí para liberarnos de nuestros temores,
para recuperar la confianza, para sacudirnos.
¡SACÚDETE! Más que de la
inercia física, de esa inercia mental que te domina, que te frena, que no te
deja ser tú mismo. Levántate y actúa. A lo dicho por el matemático Descartes
“Pienso, luego existo”, nosotros vamos a decir: “Hablo, luego vivo”, porque
’hablando, la gente se entiende’ , expresamos nuestros pensamientos, mostramos
nuestra sensibilidad y nos ganamos el respeto de la gente.
- Nerviosidad
excesiva,
No es una enfermedad, pero tenemos que aprender a
controlarla.
- Complejo de inferioridad pasajero o estable.
“No
sirves para nada”, “todo te sale mal”, “eres enfermizo”, “¡tú cantante!, no me
hagas reír, con qué voz”, etc., son frases que algunos padres descargan en sus
hijos anulándoles su iniciativa, no se dan cuenta del daño que les hacen, los
vuelven inseguros, desconfiados, acomplejados.
Sin embargo, no podemos
culparlos, cada padre es el resultado de la formación que recibieron de sus
propios padres; es decir, de nuestros abuelos. Somos víctimas de víctimas,
estamos llamados a ser los protagonistas del cambio, para romper este círculo
vicioso y mejorar nuestra vida.
El creerse ‘pobrecito’ -menos dotado que los
demás- para justificar nuestra actitud pasiva, no conduce a nada. La vida es un
constante riesgo o deja de ser vida, hay que aprender a vivirla. No te juzgues
mal, empieza a valorarte ahora mismo, tienes mucho, ¡ESTÁS VIVO!.
Analiza las
zonas erróneas de nuestra personalidad que nos presenta Wayne Dyer , y trata de
sacudirte de tanto complejo.
- Sobreestimación del propio yo.
Es
bueno estimarse pero no en exceso. No vayamos a caer en la soberbia, mirando por
encima a los demás, o por querer hacer las cosas demasiado bien, terminemos por
no hacerlas. Un buen plan hoy es mejor que uno perfecto mañana.
-
Reacción frente a una situación infrecuente.
Es natural que tengamos
temor si nunca hablamos o lo hacemos ocasionalmente. Cambiemos nuestros hábitos,
seamos más comunicativos, interesémonos en los demás.
- Falta de
conocimiento del tema.
En este aspecto debemos ser muy claros. Hacer uso
de la palabra sin saber de lo que se habla, es una falta de responsabilidad que
te hará desconfiar de ti mismo.
2. Efectos:
El cuerpo ante una situación incómoda puede experimentar lo siguiente:
- Sudoración
excesiva,
- Temblor en las extremidades,
- Se traba la lengua,
- Vacíos
en el cerebro –lagunas-.
- Turbación, enrojecimiento del rostro.
-
Vergüenza.
Todas estas manifestaciones las hemos vivido en mayor o menor
grado, suelen presentarse en el momento menos deseado, tenemos que
controlarlas.
3. ¿Cómo combatirlo?
Conocido el diagnóstico o la
situación, veamos qué debemos hacer para vencer el temor.
a. Tener
conciencia de que el miedo existe y que hay que controlarlo. Cultivar la
serenidad.La mayoría de oradores han fracasado en sus inicios, este fracaso
inicial fue un acicate para que siguieran perseverando en su deseo de expresarse
en público.
Cuando estés montado en el caballo –hablando en público- y por
allí cometes algún error, por ejemplo, te olvidas alguna parte del tema;
improvisa, no te quedes callado o avergonzado; sigue con otra parte del
discurso, ponle coraje a tu intervención. El coraje consiste en persistir un
poquito más, después que uno ya se considera vencido, es la gran diferencia
entre los que llegan a la meta y los que se quedan en el camino.
“No se debe
de cambiar de caballo en medio del río”, proverbio argentino.
Revisa el texto
EL JOVEN VALIENTE, que se halla en el botón Motivación de la web www.ateneodemostenes.com, medítalo, memorízalo,
interprétalo y recítalo setenta veces y será parte de ti, no lo olvides.
b. Realizar una autosugestión positiva.
Piensa en las ventajas
que vas a conseguir
hablando en público. Imagínate que eres un buen
expositor, que los oyentes te aplauden y que se estimulan con tu
mensaje.
Aprende y recita el famoso texto: EL ÉXITO COMIENZA CON LA VOLUNTAD
DEL HOMBRE del Dr. CHRISTIAN BARNARD.
c. Hay que tener un ideal oratorio,
una motivación.
¿Por qué se inscribió en el curso de Oratoria? Porque...
¿Quiere vencer su timidez? ¿Hablar con propiedad? ¿Tener amigos? ¿Llegar mejor a
sus alumnos? ¿Ser un líder?, etc. A partir de sus respuestas, fíjese objetivos
en el curso y trate de no parar hasta conseguirlos. El ideal debe vencer el
miedo.
d. Mejore su autoestima.
La autoestima es la nota que nos
ponemos, es la valoración que tenemos de nosotros mismos, el motor que nos
impulsa a lo largo de nuestra vida.
Si nos aceptamos tal como somos y
estamos conscientes de nuestras capacidades, mejoramos el autoconcepto y, como
consecuencia, nuestro amor propio; el resultado se verá reflejado en nuestra
imagen personal, aspiraciones, el trato con los demás, etc. Pero si no nos
aceptamos y renegamos de nuestro apellido, raza, trabajo, familia o nuestro
país, cultivamos una baja autoestima, como aquél que justifica su actitud
diciendo: "Ni yo mismo me quiero y voy a querer a los demás” .
e. Hacer
ejercicios de relajación y respiración profunda.
La distensión de los
músculos hace que uno se libere físicamente, esto es muy importante antes de una
intervención. Más adelante veremos como hacerlo.
f. Desarrolle actitudes
mentales de sostén:
f.1 Actitud de ansia por comunicar.
Tener el
mismo entusiasmo que tenemos cuando vamos a salir por primera vez con una dama,
o cuando somos portadores de buenas noticias es beneficioso, mejora nuestra
actitud.
f.2 Actitud de deseo por combatir.
No siempre las cosas
funcionan bien delante del público, hay auditorios que son opacos, otros
hostiles. Tenemos que estar preparados para combatirlos.
“Si te detienes cada
vez que un perro ladra, nunca llegarás al final de tu camino”.
f.3 Actitud de
hablar por una causa.
Es muy probable que si se habla por una causa
noble el público se sienta comprometido.
g. Prográmate para ser un buen
orador.
Maxwell Maltz dice en su libro LA PSICOCIBERNÉTICA que el hombre
puede programarse, todo se graba en el subconsciente. El hombre puede llegar a
ser aquél que ha imaginado en sueños si para ello se nutre -se programa- para
conseguir aquello que necesita. Como ustedes, por ejemplo, que han decidido
estudiar este curso porque necesitan estimular su práctica. Han comenzado su
programación.
h. Aproveche cualquier oportunidad para hablar en
público.
“El aficionado piensa mientras la oportunidad pasa, el
profesional acepta la oportunidad y piensa en ella después”. La gran diferencia
entre los estancados y los exitosos está en que los primeros pierden
oportunidades pues demoran en tomar la decisión, mientras que los segundos,
actúan oportunamente. No es cuestión de suerte, la suerte no es más que una
oportunidad bien aprovechada.
i. Integra y participa activamente en
grupos culturales, académicos, ecológicos, deportivos, políticos, de catequesis,
servicio social, etc.Si no hay un grupo cerca, fórmalo tú mismo;
comienza con tus amigos o familiares, sé protagonista del cambio. Así nacieron
muchas empresas o instituciones, en el patio o el garaje de la casa.
j.
Para hablar en público hay que tener algo que decir.
Tienes que ganarte
el derecho de hablar preparando el tema con interés. Hay que digerirlo y
exponerlo tantas veces como sea necesario. Con cada exposición reajustamos el
discurso, quitamos lo que está de más y pulimos el lenguaje.
Cuando ya forma
parte de nosotros, podemos presentar el discurso ante cualquier auditorio.
Acepte el reto de lanzarse al escenario para contar su
experiencia.
¡LIBÉRATE! Todo deseo estancado es un veneno.
Lo que no se
usa se pierde porque se olvida. Pongamos la pelota de la conversación en
movimiento, desarrollemos nuestras habilidades de comunicación.
k. La
fuerza de la fe.
Recita cada día la oración de la sabiduría:
“Señor,
concédeme valor, para poder cambiar las cosas que yo puedo cambiar; serenidad,
para aceptar las cosas que no puedo cambiar; y sabiduría, para conocer la
diferencia”.
l. El temor se vence con amor.
“Ama y haz lo que
quieras” decía San Agustín. El amor que pongas en lo que haces, aumentará tu
confianza y entusiasmo en la relación con el público,
4. Casos para
tomar en cuenta:
a. Síndrome de Vanesa:
Una de las preocupaciones
más frecuentes de los alumnos es que sus compañeros se rían o se burlen de
ellos.
Recuerdo a una alumna llamada Vanessa, tenía alrededor de 14 años pero
era bien desarrollada, alta, inteligente. Profesor me decía: “Qué puedo hacer...
a mí me gusta participar, cantar, bailar, etc., pero mis compañeros me molestan,
se burlan, se ríen de mí, ¿qué hago? Siempre que voy a participar sucede lo
mismo”.
Pues no le den el gusto –le dije- ellos no pueden impedir que te
expreses, hazlo nomás, no te concentres en ellos, fíjate en aquellos rostros
amigos que te estimulan y dan aliento, y a los burlones, ¡ignóralos! Mándalos a
rodar; pero no se los vayas a decir directamente porque te ganarías un problema,
sino mentalmente: ¡VÁLLANSE A RODAR! A continuación, sigue, no te detengas hasta
conseguir lo suficiente. En el fondo, hay algo de envidia en tus compañeros,
como no pueden hacer lo que tú haces, te molestan; quieren que te vaya mal, que
no puedas destacar en tu colegio. No caigas en su juego, no les hagas caso,
confía en tu maestra que sabe que puedes hacerlo, ¡adelante!.
Tres
semanas después, se acercó al final de la clase, me dijo que había puesto en
práctica lo que le dije y le estaba dando resultados. Cuando sus compañeros
intentaban molestarla, ella no se daba por enterada, levantaba más la voz, se
concentraba en lo que tenía que hacer y los ignoraba; así poco a poco notaba
cómo iban dejando de fastidiarla.
Ahora, casi ni se acuerdan de ella. Se ha
ganado el respeto de su salón y ha fortalecido su autoestima. Me contó que su
profesora se había dado cuenta de su cambio de actitud.
No busquemos cambiar
al público, el público tiene un comportamiento similar en cualquier lugar,
quienes tenemos que cambiar somos nosotros.
b. Síndrome de
Demóstenes:
Considerado el más grande orador de la antigüedad, sufría un
impedimento del habla; con esfuerzo constante y perseverante logró corregir esta
anomalía. Se dice que practicaba en la orilla del mar, poniéndose piedrecillas
en la boca, compitiendo con el ruido de las olas.
Tomemos el ejemplo de
Demóstenes, pero en vez de utilizar piedritas, pongámonos un corcho o un lápiz
entre los dientes, y hablemos o recitemos en voz alta. El objetivo es mantener
la boca abierta para mejorar la pronunciación, de modo que todas las sílabas de
las palabras sean bien pronunciadas.
c. Síndrome de Moisés:
Saben ustedes que a Moisés se le encargó el gran desafío de ir en busca
del Faraón para liberar a los judíos de Egipto. ¿Cómo hacerlo?, Moisés suplicaba
que enviaran a otro pues sostenía que nunca había tenido facilidad para hablar,
ni aun después que le hablara Yavé; no encontraba palabras para expresarse. Pero
Yavé le dijo: “¿Quién ha dado la boca al hombre? ¿Quién hace que uno hable y el
otro no? ¿Quién hace que uno vea y el otro sea ciego? ¿No soy yo? Anda ya, que
yo estaré en tu boca y te diré lo que has de hablar”.
La fe, la confianza
en Dios –como la tuvo Moisés- vence cualquier desafío. Recuerden estas frases:
“Si Dios está conmigo ¿quién podrá estar contra mí?”, “Todo lo puedo en Dios que
me fortalece”. No seamos soberbios, frecuentemente pensamos que solos podemos
hacerlo todo, que no necesitamos de nadie más; y nos equivocamos, terminamos
lamentándolo.
Así pues, antes de cada presentación pidamos al Señor su
bendición y su ayuda.
“A DIOS ROGANDO Y CON EL MAZO DANDO”.
d. Otros
Casos:
Cicerón decía: “Al empezar el discurso palidezco y empiezo a
temblar”. Pericles subía a un escenario sin sacudirse de su timidez.
Los grandes hombres de la historia vencieron sus limitaciones iniciales y
por ello son tomados como ejemplos de superación y desarrollo personal.
Beethoven compuso bellas melodías siendo sordo; Milton no veía y escribió
sublimes poesías; Watt, el inventor inglés, se enfermaba con frecuencia y ganaba
muy poco; Mijail Gorbachov, el responsable de la perestroika, era un niño muy
pobre -iba al colegio sin zapatos- y llegó a ser presidente la ex-URSS, Unión de
Repúblicas Socialistas Soviéticas.
• Sócrates, era
hijo de un modesto escultor.
• Demóstenes, era hijo de un
herrero y llegó a ser el padre de la oratoria.
• Shakespeare, fue un hijo de carnicero, se encargaba de los caballos en
las funciones de teatro.
• Isaac Newton y Jorge Washington
eran hijos de campesinos.
• Abraham Lincoln fue leñador.
• Carnegie, un
pobre inmigrante, llegó a ser rey del acero en los EE.UU.
• Sarmiento, de
origen humilde, llegó a ser presidente de la Argentina.
• Linneo, el creador
de la ciencia botánica, fue zapatero en su juventud.
• Balmes, el filósofo
del siglo XIX, fue hijo de un sombrerero.
Benjamín Franklin, gran pensador e
inventor del pararrayos, fue cajero de imprenta.
Y la lista puede seguir...
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